Guardián de rosas (retrato)
Golpea la soledad
al hombre
se ha quedado al cuidado
de la casa heredada
con el campo y los perros
del hijo que no está
pero que vuelve
atento a los objetos viejos
carruajes
y a las plantas
de la galería de invierno:
alegrías del hogar, lazos de amor
cretonas
recorre entre silencios
los animales
y las rosas
las cosas no se pueden dejar
hay que regar, mirarlas
y la mirada de pronto
se humedece.
Nos muestra con ternura un relojito
antiguo detenido
el tiempo entre sus manos
cae entre surcos
insiste con la cuerda
saca monturas y unas rastras
con monedas de plata, esas de cuentos
y para qué, sonríe.
Afuera el calor abrasa la llanura
derrite el horizonte
borra
los límites de alambre
un desparramo naranja en la ventana
yo por contraste, o por casualidad
estaciono en sus ojos estrellas
que resplandecen y se apagan
al hablar de la nietita que está lejos
freno apenas en su mano cuarteada
que un poco vacila
– él disimula bien, se toma el otro brazo –
y la pregunta flota
un perfume en el jardín
tendrá algún cerco este hombre,
un lucero
alguien que como él
guardián de rosas
se encargue – tan siquiera –
de mirarlo.