Camino del puente: Para encontrarnos

Puentes


Desde que puedo recordar 
estoy cruzando puentes.
Puentes en los cuentos,
llenos de magia
que me leía mi madre.

Los que atravesaba 
en auto con mi padre
cuando era niña:
un puente empedrado 
en Remedios de Escalada 
sobre las vías del tren,
donde el asiento saltaba. 
Y el de los cuadros de Quinquela
sobre el Riachuelo:
“Descarga”, “Amor en el puerto”.
En la ruta 2, rodeados de garzas.

El muelle de pescadores sobre el mar, 
donde crecí, en Mar del Plata, 
con un cartel de luces y letras azules
que aun siendo muelle 
era puente para mis sueños jóvenes. 

Puentes en los caminos, 
en estaciones del ferrocarril,
los que cruzábamos en tren 
hacia estación Burzaco 
cuando íbamos a visitar
a mi abuela y mi tía Hilda. 

En ciudades del mundo 
puentes Del alma, De las artes
De los suspiros, Ponte Vecchio.
Puentes en jardines, 
que quedaron 
grabados en el alma.

En paseos por el Norte
sobre ríos dulces,
puentes que cruzan lagos, arroyos
y unen montañas. 

Hay puentes entre sonidos, 
también, entre palabras,
y en los poemas.
De un color hasta el otro, 
el arco iris ¿no es un puente?
Hasta cuando respiro.

¿Por qué me cautivan 
más allá de su belleza?
Trato de atravesarlos
buscando una respuesta
que es pregunta:
cuántas veces 
somos nosotros mismos, puentes.

Los puentes unen 
lo que está separado,
pueden ser refugio, nos llevan
a otros lugares.
Podemos cerrar los ojos, enamorarnos
soñar, volar, pedir deseos.
Los puentes
están para encontrarnos.