Lazos
Hace frío, es otoño otra vez. Me asomo a la ventana y a través de ella, el mundo es color ámbar. Apenas un susurro en los árboles, lluvia de hojas con el viento. Del color de la tierra, se reúnen en el suelo, parpadean, estrellas. Y la luz. Entonces, hago foco. No hace falta irse lejos. Un hilo de sol entra a través del vidrio empañado, lo roza apenas y lo veo. Justo delante de mis ojos: cuelga en la ventana, como esperándome. Un manojo de lana gruesa, color té con leche.
Enfoco, veo más: lo femenino, el diseño, la estética. Colores de otoño. Texturas que van desde la suavidad que abriga al frío de la piedra, transparencias, destellos, un rayo de sol. ¿Es lo que veo? ¿No es también la idea que lo concibió? El origen, el amor, las manos que lo hicieron. Las que antes hilaron esa madeja del color de los caminos. Y aún detrás, el campo, las ovejas…, el viento mineral borrando las historias… un puente al corazón. Mi prima Lilian que lo hizo para mí. Y con ella, Chascomús. Nuestras madres pequeñas jugando en el campo, trepadas a la planta de membrillos. Esas tardes eternas con la abuela: los primos, la familia, la sangre, las poesías, la huerta, acuarelas, dibujos… El arte que viene asomando un poco en cada uno, buscando florecer como las rosas del jardín de Adriana, y re-unirnos bajo los gingkos. El tren que unía, el carro lleno de ilusiones con un turco que vendía regalos para Reyes, contaba mi mamá.
¿Las cosas son también lo que hay detrás? ¿Serán una invitación a viajar por lugares del alma? Sigo acercando. Tiene reflejos. Y su sombra dibuja en el marco de la ventana, una muñeca de trapo. Las que amaba mi madre.
Mi mirada vuelve nublada a los tonos ocres del jardín. Se va, se funde con la tierra ahora mojada. Puedo respirar y, aún sin sentirlo, llenar mis pulmones y los rincones con el perfume de pinos y de hojas humedecidas. Me filtro en las cavernas, con el agua que viene desde antes, desde siempre. Como un espiral, voy hacia adentro. Respiro hogar. Y esa quietud de escena congelada, se desenfoca con el sonido de las gotas en el piso amarillo, rojo, marrón, como un tapiz. Tía Hilda bordaba. Color té con leche… ¡como le gusta a Lilian!
Las lágrimas caen como cortinas suaves sobre mi sonrisa. Me dejo inundar de infancia. También de aromas, de muñecas, de lanas, de cuentos, de lazos. La luz se va, de a poco. Y yo vuelvo también, lentamente. Escucho llover.