Reconociéndome
Es martes. Anoche no dormí bien. Arranqué la mañana a las patadas con la vida.
Salí de casa, patiné en la nieve con el auto, me encajé en el barro. Me peleé con Andrés, llegué tarde a mi clase. Lloré. Son las 9.14 y tengo eso en el estómago que no me lo puedo sacar. A 10 km. de casa pedí perdón ¡por wsap! Ésta también soy yo.
Después de la clase fui al supermercado. Al salir, el carrito se quedó trabado en la nieve. Ella no tiene la culpa. Me empapé los pies, imposible atravesarla y salir seca. Para qué tendré las botas en el placard. Sale el sol, me río. Son las 10.40. Me subo al auto, antes de entrar a la ruta un señor es amable, me deja pasar, sonreímos. La vida es bella, pienso. Pongo música, escucho a Kathy Bloom. Inconsolable.
Hay gente al costado de la ruta sacando la nieve con palas. Mientras manejo me acuerdo de ayer. Empecé a ver una serie, nada romántica, donde todo es veloz, se matan y se espían. Le dí la oportunidad. No me gustan las series, me generan tensión, mucha adrenalina y siento que pierdo el tiempo. Y el control. Pero me enganché.
Entre los pensamientos vuelve a mi cabeza uno, se repite, el mensaje de mi computadora que dice que la memoria está llena, no puedo escribir ni en Word. Sólo correos. Un perrito negro corre por la banquina a la par de mi auto, me gusta. Blanco y negro.
Después de la canción «Come here» sigue «Déjame cantarte un vals», de aquella película, Antes del atardecer. Me acuerdo.
Ya cerca de casa freno. Me bajo a juntar semillas de esa planta que me encanta, tiene una rama rota, la corto, está embarrada. Me la llevo. Tomo otra vez el camino de regreso, como si rebobinara. Siguen las farolas encendidas como soles, hay reflejos en los charcos. Veo un cartel que dice «Chopin, sin salida». Al llegar patino otra vez con el auto y tengo que pedir ayuda. Digo gracias por asistirme. Blanco. Siento una pared.
Bajo la ducha hirviente vuelvo. Me siento mejor. Me saco las pintitas de barro de las manos. Pongo la ropa a lavar. Me visto otra vez. Me miro en el espejo, un poco de perfume La vie est belle, y rouge, como mamá. Agosto no es fácil para mí.
Son las 11.45 y quisiera acostarme y despertarme mañana. Siento el sol. Preparo un mate. Vuelvo, sigo volviendo. Mis chakras hoy son charcas. Veo al colibrí tomar agua y azúcar en la ventana. Casi como yo ahora. Le sonrío. Sólo nos separa un vidrio. Hablo por teléfono con mi amiga, también el día es difícil para ella. Lloramos, nos reímos.
Falta más de la mitad de la jornada. Ahora el nudo me pasó a la garganta. Son las 12. Lo escribo.
Afuera todo es blanco, una postal. Solo quería que sepas que ésta también soy yo.